martes, 22 de julio de 2014

Desalmado

A ella no le gustan las despedidas y a mi no me gusta despedirme de ella.
Le supone un arañazo profundo en las entrañas. Por eso antes de irme procuro besarle los pechos.
Después, suelo morder su mar negro. Su boca. Hasta llenar de sal color rojo la mía. O de sangre.
A veces se parte en mil pedazos y noto como inunda sus ojos de cristales de Swarovski. Me encierro de nuevo en su mar, que ahora es océano. Y le pido que me guarde bajo la lengua mi propio alma.
Soy un desalmado. Hasta volver a verla.
Camino calle abajo, sin moverme, hasta que consigo abrir los ojos. Y me doy cuenta. Tenía que haberla arrancado las cuerdas vocales a lametazos.
Me insulto mentalmente y me dirijo a las vías del tren.




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